Entre palomas, pinceles y toros

POR VERÓNICA ESCALANTE / El leedor
on 23 abril, 2014 at 17:31


Palabras Imaginadas presenta Entre palomas, pinceles y toros, un recorrido sobre la vida artística de Pablo Picasso, a través del humor, la ternura y la justa reflexión que ve en los niños a seres pensantes y sensibles a la belleza ( del mundo y del arte).

“Pintar como los pintores del renacimiento me llevó unos años, pintar como los niños me llevó toda la vida” “Todos los niños nacen artistas. El problema es cómo seguir siendo artistas al crecer.” P.P

Elsie, una periodista inexperta, llega al atelier de Pablo Picasso en un momento en que, lo intuimos, el pintor ya es un personaje famoso, muy famoso (es PICASSO, así, con letras mayúsculas). Se dispone a hacerle una entrevista pero se choca con cierta parquedad y mal humor. Su frescura y frontalidad (“Otra vez está gruñendo” le señala a cada rato) harán que el pintor se distienda, afloje y se remonte a su pasado, a ciertos momentos de su historia personal que influyeron significativamente en su modo de pintar, en su modo particular de ver el mundo. Así, recorremos con él el período azul, el rosa, el Cubismo hasta llegar al Guernica.

Elsie (Gabriela Irueta) y Pablo (Mariano Falcón) van y vienen en el tiempo, vuelan, juegan, reflexionan, se esconden, se transforman y vuelven a aparecer. Gabriela Irueta se vuelve otra, otras: es maestra rígida y con poco vuelo, es amor, es señora que no entiende nada fuera de la copia de la realidad. Mariano Falcón siempre es Picasso en diferentes etapas de su vida, quizá también porque cuando se es Picasso se es tanto a la vez que no se puede ser otra cosa. Los dos actores atrapan a la platea desde el humor y la gestualidad exacerbada, desde la ternura y el juego incesante.

Pero (¡claro!) no se quedan en eso: generan intriga, preguntas, ganas de saber más sobre ese hombre que se rebelo contra las normas establecidas. “Yo quiero pintar lo que no puedo decir” “Todo lo que puede ser imaginado es real” lanza el personaje y algo de lo dicho resuena, moviliza y rebota en los chicos porque son ellos quienes entienden con más naturalidad el misterio y la fuerza de la imaginación

La obra tiene un ritmo (y en eso se ve la hábil mano del director Enrique Federman) lo suficientemente vertiginoso como para no dispersar la atención y, sin embargo, sabe detenerse en el momento justo, justo en el momento en el que un cuadro reclama la mirada y exige una explicación con palabras simples pero precisas y justas (porque los chicos son chicos pero no tontos) para hablar así del amor, de la guerra o de la tristeza.

Con dramaturgia de Mariana Mazover y Roxana Pruzan, Entre palomas, pinceles y toros es una invitación a conocer al gran pintor, sin negar sus contrariedades pero haciendo hincapié en su costado lúdico y en esa visión tan amplia y siempre tan pegada a la niñez. Una obra para niños, me corrijo, una obra para toda la familia porque cuando salgan del teatro todos van a seguir hablando de su genio y figura, todos van a seguir preguntándose por la pasión, por la verdad, por los sentidos y por todo lo hermoso que nos rodea, por la paleta de miles de colores posibles, tanto en el arte como en la vida que, a veces y para muchos, son la misma cosa.

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